El se estremecía con el sonido del mar.Aquella tarde logré comprender la inmensidad que me rodeaba y lo minúscula que era en aquella abundancia.
-Siéntate- Me ordenó con delicadeza.çApollé mi cabeza en su hombro y supe que nada mas faltaba para llenar mi alma hasta al tope de felicidad. El vacío y el contacto con su piel formaban un sentimiento sublime inmenso.
-Átame-Ordenó dulcemente.
-Ya sabes que no quiero hacerlo.- Respondí
Me sentí egoista. No quería dejarlo ir pero no habia otro camino para terminar con esa tortura, ese hueco entre la espada y la pared y ese cuarto de segundo en el cual esperas a ver el cuchillo en tu pecho. Yo era la pared, y el mar la espada. Por mas de que el quisiese estar conmigo él mar lo llamaba, el mar era su destino.
-Átame- Volvió a decirlo con convicción.
Miré la balsa con reprobación.
-Dónde terminará el recorrido?
- Dónde desee.- Su mirada se tornó luminosa.
- Y cómo lo guiarás?- Inquirí
- No lo guiaré.
- Dónde debo esperarte entonces?
- Yo te esperaré a ti.
El se acostó en la balsa y a regañadientes lo até a ella.
Sonrió.
-Sonrie, es solo otra etapa mas.
- Solo otra etapa- Murmuré
El mar no parecía picado. Todo era paz, restando mi corazón que estallaba en latidos.
La balsa estaba en el agua.
-No llores, no hay motivos para llorar, se feliz porque mi alma descanza, ya cumplí mis asuntos pendientes, quería despedirme. Adios.
- Adios
Miré a la barca entre sollozos mientras se alejaba en el mar.
Tomé una flor que habia llevado en mi mochila.
Apreté los dientes y entonces pude verlo.
Tiré la flor con una gran sonrisa y me senté a mirar el mar.
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