Cansado de ver pasar el presente por delante de mis ojos y no poder cambiarlo.
Cansado de pasar las noches llorando viendo mi realidad. La de los demàs.
La que nunca pudieron tener.
Podrìa haberlo hecho, seguir mi utopìa. Fui cobarde.
- Cobarde!
Me sentè en mi enorme catre con acolchado de plumas, ese que me habian regalado el dia de mi boda. Aquella boda donde el amor habia sido atrapado por la burocracia.
Ella ya no era mìa. Pero eso ya no importaba. Nadie era mìo. Yo era de todos. Pero no podia ayudarlos.
Me tomè la cabeza con las manos.
- El suicidio es la cobardia del valiente y la valentia del cobarde.
Supongo que este serìa mi ultimo y unico acto de valentìa.
- Vamos Ivan, debes hacerlo.
No, de hecho no era un acto de valentia. Mi cobardia aumentarìa a tal nivel que deberian darme una estatuilla al perdedor mas grande del mundo.
Me detestaba.
Debìa hacer algo antes de cometerlo.
Me dirigì al jardin, ese que alguna vez habia sido una huerta. Ahora semejaba un pantano.
Tomè de la cajonera situada en el invernadero, un paquete de semillas. Las tirè a la tierra pantanosa.
Corrì hasta la cocina y me clavè un cuchillo en la garganta.
He visto demoler mi casa, no tengo herederos. Todo se ha destruido. A veces la visito.
Pero se puede ver claramente allì atràs un jardìn floreado lleno de vida.
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