Estoy atrapado en las idas y vueltas de mi cerebro. ¿Tengo tiempo? No veo el reloj, pero la luz del sol ya no entra por mi ventana. Es tarde. Es el fin. Ella escurridiza se mete por mi ventana. Negra, parece una sombra. Traslúcida. Veo mi escritorio detrás de su capa.
-Oh por favor un tiempo más.- No hay mas tiempo, ya has pensado demasiado.
- No por favor, mis hijos, mi familia, quiero despedirme.
- En este viaje no hay despedidas.- Responde pasiva.
- Por favor, concédeme unos minutos
.Ella duda. No veo su expresión porque no tiene. Pero lo noto en su silencio.
- 10 minutos.
"10 minutos" pienso. Cambio de posición en mi silla. Abro el tercer cajón, y saco mi libro de poesías de Alfonsina Storni.
Su último poema
"Dientes de flores, confía de rocío,
manos de hierbas,
tú, nodriza fina, tenme puestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Pónme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste,
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes,
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que te olvides. Gracias... Ah, un encargo,
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido..."
Alfonsina ha salido y yo preparo mi bolso.
Ella me mira. Sin ojos.
Extiende su brazo.
-Dame la mano
Tomo su mano sin piel, sin huesos, solo sombra. Frío.
mucho frío.Me he convertido en sombra. Pero mas brillante que mi compañera.
Ella me tira del brazo. Y salimos volando por la ventana.
Nunca habia volado. Nunca viajé en avión.
Ahora veo la ciudad desde arriba, las luces como luciérnagas.
Y ahora no veo nada.
Me ha dicho una voz seca, que mi mujer encontró el libro de poesías abierto en la ultima página.
También me han dicho que me han encontrado leyendo, con los ojos cerrados.
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